Hay que joderse...

La vida es azarosa e imprevisible, nos podemos encontrar en un extremo y pasar al contrario con solo levantarnos un día, y tomar una mala decisión. Esto es algo que les ha pasado incluso a personas que tenían todo un futuro brillante por delante.

Pero hay ocasiones en que, siendo de origen humilde o de el extremo contrario (un meapilas de manual) se puede llegar a ser igual de inmundo. Empiezo con este preámbulo porque no entiendo cómo cierta gente es capaz de aguantarse a sí misma. Y aunque por el título os podéis imaginar de qué va esto, pintaré la escena porque me sale de los sacrosantos cojones.

¿Escuchas música en alto en lugares públicos? ¿Te chupa un huevo que el resto no quiera oír tu mierda? Enhorabuena, tienes sida y vas a morir entre terribles sufrimientos.

Voy en el bus y estoy sentado, apretujándome contra las otras 29 personas que están de pie en el pasillo. Estoy escuchando mi música con cascos, sin molestar a nadie, cuando de pronto...

Se suben al bus media docena de gorilas de lomo plateado, todos hablando una jerga callejera con la típica verborrea de quien no tiene ni la ESO, ni pretende tenerla. Para colmo de tener que aguantar oyendo sus alaridos, se ponen justo a mi lado, pues no hay más sitio en el transporte. Y para poner la cerecita sobre el pastel, uno de ellos saca el móvil y pone en alto su música. Aunque música quizás sea un término demasiado benévolo. Más bien se trata de los impávidos sonidos propios de la jungla el día de la procreación, pero en esteroides y con la nariz manchada de polvos blancos.

Es tan horrible, tan sumamento incestuosa, que no sólo yo sufro con ello. Una vez vi a un perro explotar en medio de la calle, manchando todo y a todos con sus tripas. ¿La razón? Pasaba una pandilla de regaettoneros con sus altavoces a todo volumen, al más puro estilo de los barrios bajos de Manhattan. 

Y estos macacos del bus, van y se ponen a cantar la letra por encima de la canción. Que dicho sea de paso, no fue escrita, fue cagada y depositada en papel higiénico para su posterior producción.

Yo me cago en Dios, en San José, en la Virgen, en Poncio Pilatos, en el arcángel San Gabriel, en María Magdalena, y aún me sobra mierda para toda la corte celestial.

Porque si aún fuera música de Michael Jackson, Mozart, Elvis o de la puta Paquita del Barrio, la queja no sería tan grande (aunque sería igualmente, porque odio que la gente invada mi espacio acústico). Pero no, tienen que poner de manifiesto su bajo coheficiente intelectual, su pésimo gusto musical y su magistral ausencia de pito.

Por desgracia, el chunda-chunda está moda, pero yo lo pienso así: millones de moscas comen mierda todos los días y no veo que se quejen de ello. Pues lo mismo se aplica a este caso. No todo el mundo puede tener buen gusto.

Pero ya verán, el dia del juicio final, serán los primeros que pillen. Cuando ardan en el infierno ellos y sus familias, yo me sentaré sobre mi descomunal miembro y me reiré mientras bebo un buen vaso de vino. Serán desollados por los demonios, fornicados mientras les intruducen espadas gigantes por el culo. Serán bañados en sus propias heces y luego derretidos en ácido sulfúrico. Los colgarán de las tripas a un gancho mientras el mismísimo Lucifer juega con ellos a la piñata, a ver si de dentro cae algo más que basura y trozos de bebé. Y todo esto mientras oyen su música favorita a todo volumen, mientras resuena en el averno el clamor de los anticristos que lo habitan al ver cómo se hace justicia.

Mientras tanto, me cago en la puta madre que los parió a todos y a todas.

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